viernes, septiembre 29, 2006

UNA BREVE APROXIMACION A LA LITERATURA


Yo de niño quería ser escritor porque los escritores eran ricos y famosos. Andaban por Singapur y por Rangún fumando opio con trajes de seda china amarilla. Jalaban cocaína en Mayfair y se adentraban en pantanos prohibidos con un fiel criado nativo y vivían en el barrio árabe de Tánger, donde fumaban hachís y acariciaban lánguidamente una gacela domesticada.
William Burroughs.-

Hay que tener un insano prejuicio para creer que la literatura es importante, que la poesía es trascendente, que un artista es algo que no salió por el mismo ojete donde salieron las albóndigas y los tornillos.
Enrique Symns.-

Una posición que mantengo desde antes de internarme en este asunto de los mal llamados "medios sociales", es que la literatura no es una sola. Es una completa falacia decir "este fulano es ahora un grande en La Historia de La Literatura". Todo texto, y en realidad, cualquier comunicación, se lleva cabo en comunidades que comparten un código (como dirían los más semióticos) o bien que establecen un patrón de coordinaciones conductuales consensuales que les es propio (como dirían los más sistémicos) . No puede, desde una masticada aproximación intelectualoide, juzgarse a la literatura o a cualquier forma de arte sin considerarla como pegada a cierto referente extraartístico. Esto debería ser obvio para todo aquellos intelectualoides metidos en el mundo de la crítica literaria, que en su condición de hombres cultos superiores a la masa deberían poder conocer algunas paradigmas epistemológicos que le permitan entender el hecho literario o su propia actividad. Pero no es así, todavía vivimos en un mundo en que la doxa valida una Crítica Literaria unitaria, universal, y en donde todavía se cree que alguien puede tener alguna facultad sobrehumana como para decirte que una obra es buena o mala. Prejuicio validado, además, por que cualquier factor, menos el estudio o la erudición, lleva a los autoproclamados críticos a los diarios o a los jurados de los infames pero lucrativos concursos literarios.
Los blogs y otros (repito, mal llamados) "medios sociales" complejizan el asunto. Tenemos a millones de personas escribiendo textos, algunos con una intención deliberada y explícitamente trivial, y otros que intentan validarse como arte. De cualquiera de las dos formas, corresponden a una morbosa egopaja exhibicionista. Y en muchos círculos de ciúticos que todavía mantienen ideas decimonónicas en su cabeza, ya se les ha ocurrido incurrir en las necesarias disquicisiones bizantinas acerca de lo correcto o lo incorrecto de la blogósfera. He aquí mi apunte teórico: ni lo uno ni lo otro. Tal vez todo lo contrario. Vamos a una explicación más detallada y menos irónica. Lo único que hizo esta nueva forma de distribución fue lo siguiente, y esto no es tomado con la debida importancia, a saber, librarnos de un intermediario para publicar. En el caso de la literatura, todo aquel con el deseo de publicar o de lucrar, antes inevitablemente tenía que vérselas con un editor, que puede ser un amigo cercano (y esto es algo que se repite de forma descarada en toda la historia de la literatura) o bien mediante la presentación del trabajo al editor, o dándose a conocer en un concurso en donde un grupo de ególatras que nunca en su vida escribieron ni publicaron, dicen tener el criterio como para separar el trigo de la paja. El sistema, obviamente, sigue funcionando así y, por lo menos, me parece mucho menos descarado que el sistema de coleccionistas que funciona en artes como la pintura o la escultura (artes más caras). El punto es que editar un libro es caro, no es algo que se decida hacer por amor al arte, y por lo tanto hay que asegurarse de que el librillo traiga beneficios económicos. Y es aquí donde los editores empiezan a tener control sobre el contenido y la redacción de las obras, al punto que hoy en día las novelas no las escribe el tipo cuyo nombre sale en la tapa, sino que prácticamente todo el trabajo lo hace el revisor de la editorial. Todo para asegurarse que el producto tenga éxito.
Publicar en internet, en cambio, es excesivamente fácil y viene a cuestionar al lucro, lo que sostuvo la forma de producir libros que se ha mantenido durante siglos. Ahora si que debería ponerse a prueba lo de escribir por amor al arte, escribir sin preocuparse de la censura, o de la distribución. Y más aún, esto es válido para muchas otras formas de arte que se pueden transmitir por el cable, como el audio o el vídeo. Sin embargo, pareciera que en este escenario tan propicio como para la proliferación de un arte utópico, no se ha dado ninguna revolución, y que las antiguas problemáticas sobre lo que limitaba la creatividad y la distribución, ahora han sido reemplazadas por cuestiones de ego.
El asunto es que ahora todos quieren ser artistas, y herir a mi blog es herirme a mi. Y lo primero que menciono es lo que me gustaría atacar, la noción de arte (porque lo del ego del bloguero lo he atacado yo y muchos otros en muchas, demasiadas, ocasiones). Por supuesto que el arte es indefinible, y hasta incomprensible, pero hay algo en la idea que la gente tiene de este que ha sido asumido implícitamente como inherente al mismo pero que no es más que accesorio. A saber, que sólo algunas cosas merecen llamarse arte. Y por lo tanto, todo aquel que quiera validarse como artista lo hace con el deseo de introducirse en esa elite de seres dionisiacos.
Breve y esquemáticamente digo lo que creo del arte para desbaratar esta absurda idea, dejando de lado otros muchos argumentos igualmente útiles para hacerlo. En primer lugar, hay una tendencia a pensar que el arte está en la obra, que el artista produce un cosa con el poder casi mágico de trascender al tiempo. Falso. El arte está en la experiencia. Debe haber un otro que experimente con la obra, para que el arte se gatille. En segundo lugar, el otro debe tener un acervo cultural o código o historia de acoplamientos estructurales que le permita asumir la obra como un gatillador de experiencia. Pásale a un africano una edición de tapas duras de "En busca del tiempo perdido" de Proust, y probablemente le parezca un adminículo inútil, si es que no desgarra las hojas para limpiarse el trasero o alguna otra cosa. Al estar el arte en las experiencias, hay dos consecuencias gravísimas. Primero, el artista debe despojarse de lo que creó, y estar dispuesto a asumir que su efecto queda perdido para siempre en algún momento del tiempo. Segundo, asumir que las experiencias no se pueden clasificar en 7 artes; cualquier cosa es arte. Tercero, frente a esa imposibilidad de clasificar la experiencia, las 7 artes se quedan cortas en su potencial frente a otras experiencias cotidianas y gratuitas que le dan sabor a fragmentos de la existencia; si me preguntan cual es la forma de arte más elevada, diría que es el humor.
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¿Fui demasiado serio? retórica irónica sobre el mismo tema en un viejo post de Katarsis.
(a ver si Lizama me comenta alguna vez)

4 comentarios:

haroldo salas dijo...

El asunto está en no tomarse en serio este cuento de loas medios sociales, pues uno no esta siendo parte de algo que trasenderá o le servira como una forme de ser parte de, o estar dentro de.
Comparto gran parte de lo expresado, espcialmente en lo referente a la experimentación previa para que lo expuesto por otro gatille en uno. Intresante visión. AUnque creo que el ego no es malo, el asunto es cuando éste pasa a ser lo más importante y lo que incita, motiva o lleva a crear algo.
El humor estimado, ese sin duda una de las formas mas elevadas del arte.

Si en la práctica es así, al igual que William Burroughs, quisiera ser escritor.
Saludos Cordiales y mis felicitaciones por la visión entregada.

Gonzaloieb dijo...

Por eso es mejor pensar en cualquier obra como un producto. Así el ego sería algo secundario.
Todo es un producto, desde este blog hasta la cerveza que compro en el supermercado, la diferencia, creo, está en el receptor y ese es problema de el y nadie más.

Saludos


¿Todavía existirán quienes creen en los concursos literarios?

Laucha dijo...

La idea de una comunicación emisor-canal-receptor esta obsoleta para los que nos creemos posmodernos. el arte al ser lenguaje es una coordinacion de coordinaciones conductuales consensuales, y por eso es la experiencia de coordinación es lo que cuenta, y no la obra, ya sea como "obra de arte" o como "producto". esa reificacion del asunto es más práctica para fines neoliberales.

haroldo salas dijo...

Y usted GIEB ¿es un producto?
Saludos