MAL CANAL

Hace unos pocos minutos, una chica delante mío estaba viendo un video de una autopsia, practicada por unos idiotas que jugaban con los órganos. Primero sacaban tóscamente con un bisturí todo el tracto digestivo; luego el corazón; luego abrían el craneo y sacaban el cerebro, no sin antes acariciarlo. Hicieron el corte de tal forma que se veía toda la capa de músculo que envuelve parte de la cara. Retiraron esta capa, rompiendo unas cuanta venas y derramando sangre por el craneo (o lo que quedaba de él). Luego le llegó el turno al corazón, le empezaron a hacer unos cortes extraños. Por último, juguetearon con el hígado.
Imágenes como ésas no me provocan asco en absoluto, pero tampoco me agradan. Lo que me pudo haber provocado algo en ese momento fue más bien la incógnita de qué pensaba esta chica al ver esas escenas. Pensé que uno puede tener curiosidad acerca de cómo se ve realmente el interior del cuerpo, pero ese video era más morboso, menos explicativo y de peor resolución comparado con lo que se puede encontrar en un libro de biología con fotografías. Con respecto a qué es lo que motiva a un par de patólogos desequilibrados a abrir un cadaver y juguetear con sus órganos, eso es algo para lo cual ya tengo múltiples explicaciones, o al menos no debería serme dificil hayar una sumergido en un océano de lecturas sobre psicología y psicopatología. Pero qué pensaba esta chica me llama la atención, obviando todos los posibles juicios axiológicos y las lateras pero interesantes y constructivas discusiones acerca del límite entre la psicopatología y la normalidad.