martes, noviembre 07, 2006

EN ACCION (parte 2 y final)


Nos quedamos en un silencio forzado por un momento. Fitzgerald articulaba una mejor explicación de sus planteamientos a la vez que yo articulaba una mejor explicación de mis dudas. El silencio era cortado a intervalos regulares, en donde no mirábamos, abríamos la boca como si fuéramos a decir algo, pero finalmente no decíamos nada porque concluíamos que eran insuficientes las palabras que teníamos en mente. Pero una vez que hayamos las palabras correctas, hablamos al unísono, solapando nuestras frases:
- Podría tratarse de…
- ¿Y que tal si?...
Pero Fitzgerald me cedió amablemente la palabra:
- Estimado, yo ya he expuesto una tesis. En algún momento usted debe confrontarla.
- Estimadísimo filósofo, durante estos segundos de mutua reflexión, mis cavilaciones fueron guiadas por un serio temor, a saber; ¿no será que justamente son aquellas chicas excepcionales a las que hice referencia en un principio, las que se dan cuenta de su capacidad de elección?
- Ha dado usted justo en el blanco, amigo. He ahí la cuestión radical; las únicas féminas dominables (y, por ende, con las cuales es factible establecer una comunicación del tipo que usted me propone) , así como los únicos hombres dominables, son los comunes y corrientes, cuyo comportamiento puede ser controlado con tan solo intervenir el ambiente. Pero en cambio, las personas que usted y yo aspiramos a conocer, son escasas y, además, huidizas por su propia naturaleza cognitiva. No se puede forzar una conversación con estas personas.
- No será que estamos condenados…
- …condenados a pasar siempre por la calle, con escasa probabilidad de encontrarnos con una fémina excepcional, además que de tener esa posibilidad, no hay nada que nos pueda hacer compartir tiempo, espacio o lugar con ella.
Entonces, quizá por el efecto del noble mosto que bebíamos, sentí que comprendía a Bretón. Genios como Bretón y Fitzgerald son excepcionales, y nunca fueron considerados para la producción en masa. “To rare to live, to weird to die”, como le diría Raul Duke a Gonzo. Finalmente, ya algo desilusionado por las angustiosas cavilaciones existenciales de la jornada, le propuse a Fitzgerald que habláramos de poesía y literatura, para lo cual Fitzgerald simplemente se dirigió a mi biblioteca y tomó mi edición de estudio de los manifiestos surrealistas. Abrió, casi azarosamente, el libro, presentándose el siguiente texto:

Para tener éxito con una mujer que pasa por la calle


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Y terminé de entender.

3 comentarios:

Angélica dijo...

¿Ya ve?

La clave es que no hay clave. Pero eso no implica la imposiblidad de cruzarse con una fémina que decida por usted.
Cuestión de probabilidades. Habría que pasearse todo el día, eso aumentaría el número de oportunidades y disminuiría la varianza del error.

Sldos,
A.

Gonzaloieb dijo...

"En el diálogo, hay dos pensamientos frente a frente; mientras uno se manifiesta, el otro se ocupa del que se manifiesta, pero ¿de qué modo se ocupa de él?" Esa me gusta

Y por favor no ensucie a Hunter Thompson en mi blog

Laucha dijo...

Angelica: De que hay una clave la hay, y de que funciona solo en algunas, asi es. el problema es que esa muestra no le interesa a personas como yo, como Fitzgerald o el personaje del relato. Por más que aumentemos el número de encuentros y probabilidades, calculo que ni en 10e57 encuentros lograría encontrar una fémina de "edición limitada" dispuesta a iniciar una conversación con un desconocido existencialista.

GIEB: me agrada la idea de entrometereme para arruinarlo todo, me parece más divertido. Y si se hace en el estilo drogo e intransigente de Thompson, mejor.