miércoles, noviembre 15, 2006

¿ESSE EST PERCIPI?

Imagen de la película 'Film': ¿esse est percipi?Se me olvidaba que hace un tiempo Obucni me dio autorización para extender la misma invitación que él realizo a través de su blog y algunos correos, a los "interactuantes circunstanciales" de este blog. Como esta idea no es mía, les insto (y obligo) a hacer click aquí para saber de que se trata todo esto. Los que recibieron mi e-mail, son libres de no hacerlo.

martes, noviembre 14, 2006

DE LAUCHAS Y HOMBRES-MASA’S

Orteguita ilustrado por Kilia Llano

Cuando un hombre-masa está aburrido, entra en un estado de desesperación. Si es en un Viernes, la situación es más crítica. Da vueltas alrededor del teléfono y revisa su agenda para ver a quién puede llamar. Cuando no está nadie libre llama a esas personas que metió en la agenda, en la lista del celular o en lo contactos del MSN sólo para que apareciera más gente, para que el que le echara una mirada pensara “este tipo tiene una abultada vida social”. Como suele suceder, el otro es un hombre-masa también, pero es de esa fracción que la estadística maldice; aquellos tipos que no tienen vida social, y que se mueren por ser hombres-masa “exitosos”; con pololos/as, almas de la fiesta, y la hueá y la hueá. Cuando ambos tipos de hombres-masa entablan una conversación telefónica o por Chat, ambos se mienten entre si para aparentar que están haciendo algo, pero al final se descubre que no están haciendo nada por el simple hecho de que terminan conversando por horas.
Cuando un Laucha está aburrido se sienta a pensar reflexivamente. Puede que inicialmente se sienta muy desesperado, pero invariablemente siempre llega a un estado de relajación, e invariablemente, también, reflexiona llegando a cuatro conclusiones: o puede entretenerse gastando dinero (saliendo, arrendando películas, etc), o puede terminar algo que está pendiente (cualquier clase de tarea), o puede empezar algo nuevo, o puede dedicarse a la meditación y la reflexión pura. Por lo general, entonces, un laucha siempre anda corto de plata, por lo cual es difícil que se entretenga en el consumo; un laucha siempre tiene asuntos pendientes que debe resolver con personas precisas en momentos precisos, por lo cual sólo a veces se dedica a resolver asuntos pendientes; un laucha siempre está inmerso en un medio demasiado ruidoso como para poder pensar y meditar en paz, por lo cual muy pocas veces reflexiona. Pero un laucha siempre observa que tiene medios para hacer cosas, así que suele empezar algo nuevo. Por, ello generalmente cuando un laucha está aburrido, sin importar si es Miércoles, Viernes o Sábado, se dispone a golpear sucesivamente el teclado para crear un nuevo borrador pseudo-literario.
Cuando un hombre-masa tiene los medios y la voluntad para entretenerse en el consumo, piensa en hacer algo “que deje la cagá”. Su motivación inconsciente es organizar una orgía, pero siempre le plantea a sus conocidos que va a hacer “un carrete piola”. Lo único que le importa son las mujeres y las drogas, todo lo demás es accesorio; ropa, música, locación, si la droga es alcohol o marihuana, depresora o estimulante, etc.
Cuando un Laucha tiene los medios y la voluntad para entretenerse en el consumo, piensa en escuchar buena música que ojala le sea desconocida, y en tener la oportunidad de alguna vez entablar una conversación decente con alguien en este mundo (de mierda). Por lo general busca desembolsar dinero en algo que involucre música, pero en ninguna medida baile. Si hay drogas de por medio, un laucha se informa de su proveniencia y pureza, así como de los neurotransmisores y receptores sinápticos que afecta, y se inclinará por aquellas de efecto estimulante, en vez de los depresores.
Cuando un hombre-masa va a arrendar una película, le consulta a sus conocidos de algún título. Si no tiene una referencia, va al video club y ubica un título que alguna vez haya visto repetirse en las carteleras de los cines. Si finalmente ningún título le suena conocido, va a la sección que corresponda al género que está buscando (generalmente en este orden: acción, suspenso o adultos) y escoge la película por la portada.
Cuando un Laucha va a arrendar una película va indeciso puesto que tiene una serie de referencias en mente. Siempre se debate entre ver un clásico o una recomendación. Generalmente las recomendaciones provienen de conocidos snobistas, de blogs o de una ojeada a los reportajes sobre los festivales de cine internacionales. Cuando está muy indeciso se deja guiar por el azar y da otra vuelta por el local escogiendo la primera película que encuentra. Película que, por lo general, es un clásico.
Cuando un hombre-masa lee un libro de García Marquez (o de cualquier escritor realista-mágico americano)* trata de que la mayor cantidad de gente lo vea leyendo. Al analizar la historia (si es que tiene la capacidad de hacerlo) siente envidia del ambiente exótico de los personajes, y trata de trasladar un aspecto simpático de un personaje a su propia vida, o bien se aprende una frase-para-el-bronce para citarla cuando tenga la oportunidad.
Cuando un Laucha lee un libro de García Marquez (o de cualquier escritor realista-mágico americano) trata de que nadie lo vea leyendo semejante porquería. Al leer, no puede evitar maldecir mentalmente a los personajes por ser psicológicamente tan idiotas, y además, estar tan mal construidos. El estilo descriptivo y retóricamente limitado de la narración hace que la lectura se dilate por el simple hecho de que la abandona por días o semanas. Finalmente, regala el ejemplar a un conocido o pariente más joven, diciéndole que “es para que se culturice”, cuando uno en realidad quiere deshacerse de tal porquería logrando, de paso, que el pendejo en cuestión lea algo un poco más elaborado que un fotolog.
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*Para estos efectos, ignórense a maestros como Borges, Carpentier, Cortazar, Sabato y algunas obras de Droguett.

lunes, noviembre 13, 2006

BANANERO

PATRON VINCULAR TEMPRANO

De vivir en la Isla Kem, me suicidaría en el segundo día.

martes, noviembre 07, 2006

EN ACCION (parte 2 y final)


Nos quedamos en un silencio forzado por un momento. Fitzgerald articulaba una mejor explicación de sus planteamientos a la vez que yo articulaba una mejor explicación de mis dudas. El silencio era cortado a intervalos regulares, en donde no mirábamos, abríamos la boca como si fuéramos a decir algo, pero finalmente no decíamos nada porque concluíamos que eran insuficientes las palabras que teníamos en mente. Pero una vez que hayamos las palabras correctas, hablamos al unísono, solapando nuestras frases:
- Podría tratarse de…
- ¿Y que tal si?...
Pero Fitzgerald me cedió amablemente la palabra:
- Estimado, yo ya he expuesto una tesis. En algún momento usted debe confrontarla.
- Estimadísimo filósofo, durante estos segundos de mutua reflexión, mis cavilaciones fueron guiadas por un serio temor, a saber; ¿no será que justamente son aquellas chicas excepcionales a las que hice referencia en un principio, las que se dan cuenta de su capacidad de elección?
- Ha dado usted justo en el blanco, amigo. He ahí la cuestión radical; las únicas féminas dominables (y, por ende, con las cuales es factible establecer una comunicación del tipo que usted me propone) , así como los únicos hombres dominables, son los comunes y corrientes, cuyo comportamiento puede ser controlado con tan solo intervenir el ambiente. Pero en cambio, las personas que usted y yo aspiramos a conocer, son escasas y, además, huidizas por su propia naturaleza cognitiva. No se puede forzar una conversación con estas personas.
- No será que estamos condenados…
- …condenados a pasar siempre por la calle, con escasa probabilidad de encontrarnos con una fémina excepcional, además que de tener esa posibilidad, no hay nada que nos pueda hacer compartir tiempo, espacio o lugar con ella.
Entonces, quizá por el efecto del noble mosto que bebíamos, sentí que comprendía a Bretón. Genios como Bretón y Fitzgerald son excepcionales, y nunca fueron considerados para la producción en masa. “To rare to live, to weird to die”, como le diría Raul Duke a Gonzo. Finalmente, ya algo desilusionado por las angustiosas cavilaciones existenciales de la jornada, le propuse a Fitzgerald que habláramos de poesía y literatura, para lo cual Fitzgerald simplemente se dirigió a mi biblioteca y tomó mi edición de estudio de los manifiestos surrealistas. Abrió, casi azarosamente, el libro, presentándose el siguiente texto:

Para tener éxito con una mujer que pasa por la calle


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Y terminé de entender.

jueves, noviembre 02, 2006

EN ACCIÓN

Ayer me dedicaba a analizar los periódicos a los cuales estoy suscrito, y lo hacía con una gran satisfacción puesto que por fin había descubierto in fraganti al vecino que religiosamente se los robaba todas las mañanas. Estaba en esos menesteres, cuando tuve una peculiar visita, oportunamente anunciada por los ladridos de mi fiel perro, Sobaco. Al responder a los toquidos en la puerta, me encontré con este visitante, hasta entonces desconocido, vestido con estrafalarias vestimentas que en ese momento juzgué dignas de un gran intelectual, sino de un borracho de primera. El buen hombre se presentó diciéndome lo siguiente:
- Tenga usted muy buenas tardes. Me presento, soy Jorge Fitzgerald y soy filósofo. En mi labor filosófica, me he dedicado durante los últimos años a recorrer a pie distintas ciudades e ir puerta a puerta conversando con la gente y aplicando un método refutatorio mediante el cual descubro el conocimiento que hay dentro de ellas mismas. ¿Desearía usted someterse durante algunos minutos a una buena conversación?
Inmediatamente pensé que esta visita, sin duda, no podía haber sido más oportuna. Durante algunos días me habían estado asolando y agobiando tremendas dudas acerca de distintas cuestiones que no había podido resolver por mi mismo y a las cuales, tal vez, no les había dedicado la atención que merecían. Así que le respondí:
- Por supuesto, tenga usted la bondad de pasar. Su visita no pudo haber sido más oportuna.
Pasó entonces el Sr. Fitzgerald a la sala de estar, tras lo cual yo descorché un buen Pinot, que sin duda es requisito para cualquier disquisición intelectual. Nos sentamos frente a frente, y mientras Fitzgerald miraba algo lánguido su copa de vino, decidí inmediatamente romper el hielo y traer a colación mis más serias dudas que, como ya mencioné, me habían provocado más de algún abatimiento.
- Don Jorge, seré claro y directo. Desde hace algún tiempo se me presentó una situación que en su momento no pude aprehender con la necesaria mesura. Es más, todavía hoy no lo he logrado, siendo que ya he dedicado un tiempo bastante considerable al desglose del asunto; tiempo que, al parecer, no ha sido el que esta cuestión necesitaba ya que no he logrado sacar absolutamente nada en limpio todavía, ganando nada más que algunas migrañas y noches insomnes. A saber, la cuestión es la siguiente: ¿Qué se debe hacer para lograr entablar una conversación con una chica que uno se encuentra por la calle, o en el transporte público, o en las salas de espera o, en fin, en cualquier contexto en que el azar haya dispuesto su aparición?
- Usted me lo pregunta asumiendo que no es cualquier chica, ¿cierto?
- Ciertamente. Esta vez me he encontrado con la más hermosa, delicada y graciosa fémina con que la probabilística pudiera bendecirme con su aparición.
- Pues bien, sólo entonces esta situación constituye un problema.
Entonces miró al techo rascándose la barbilla, muy reflexivo, y luego dijo:
- ¡Ja já! ¡Sólo entonces!
Se puso de pie y empezó a dar vueltas alrededor de la sala de estar, como si estuviera dando una disertación o algo similar. Y todo ello diciendo:
- Estimado amigo, para dilucidar esta cuestión se va a requerir de muy poco tiempo. De hecho, una aplicación rigurosa de mi método refutatorio patentado no va a ser necesaria.
- Debo decir, señor Fitzgerald, que me sorprende.
- Oh, no hay que sorprenderse en absoluto. Comprendo que quizás el que yo ocupe un tiempo significativamente menor al que usted ha prodigado en este problema le pueda hacer sentir algo desconfiado sobre sus propias facultades intelectuales, pero le aseguro que esta clase de problemas involucran ciertas variables pragmáticas que es difícil captar en poco tiempo, y cuya identificación tardó años. Así que lo que yo le voy a decir no me lo tiene que agradecer a mí, sino al Círculo de Curacautín, que fue el grupo de filósofos y monjes calvinistas que identificaron estas variables.
Y luego continuó en tono académico:
- La clave aquí, mi amigo, es que uno nunca sabe si va a resultar. Uno sabe qué se puede hacer en principio, cuales son las señales de confirmación, y qué se puede hacer para continuar la conversación hasta donde usted la quiera llevar. Pero si ella en algún momento se da cuenta de su capacidad de elección, y luego escoge no continuar las interacciones… entonces está acabado. Recuerde que usted es en límite de las libertades impuestas por el otro, el otro tiene el poder de disminuir o cerrar las posibilidades de una determinada contingencia.
Fue entonces cuando miró al retrato de Jean Paul Sartre autografiado por Albert Camus, que está justo sobre mi colección de discos de Eugène Ysaÿe.
Me di cuenta, entonces, de que había ignorado por completo las ideas sustanciales de aquel gran filósofo con estrabismo, y me di cuenta de que, muy probablemente, esta discusión se prolongaría por horas.
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(Si quiere que la saga continúe, hágalo saber)